Cuando se trata de música en directo, sólo hay una cosa que pueda elevar la experiencia a otros niveles: la buena gastronomía. Y es que ya se sabe, maridar es todo un arte, y de esto saben mucho en Sonidos Líquidos.
Este festival, con sede en Lanzarote, nos brindó un pequeño aperitivo de lo que se puede vivir en la isla de La Geria.
El Espacio Cultural Aguere fue el lugar escogido para tal fin, y el anfitrión de nuestro particular banquete no fue otro que Arde Bogotá.
Las degustaciones, elaboradas con productos kilómetro cero, y la calidad de los vinos de las bodegas de Lanzarote, sólo fueron el preludio de una jornada que contaba con los maestros de ceremonia idóneos.
Arde Bogotá es de esas pocas bandas con las que si te topas, estás perdido. El experimento social en torno a esto es muy sencillo: ve a los conciertos con gente que nunca antes les haya escuchado y... disfruta de la magia. Es imposible no caer rendidos a sus pies, y eso es una hazaña de la que no todo el mundo puede presumir.
El concierto arrancó con un tema de su último álbum, La Noche. La elegida fue Dangerous, seguidas de las ya icónicas Cariño y Tan Alto Como Tus Dudas.
Los murcianos nos deleitaron con algunas canciones de sus anteriores trabajos, dejándonos claro que, desde el principio, venían pisando con fuerza y con la intención de no dejar indiferente a nadie, y vaya que si lo han conseguido.
Si hay algo que caracteriza la música de Arde Bogotá es ese descaro magnético que te empuja a encontrarte de golpe y porrazo con recuerdos que creías esconder en el fondo de tu subconsciente… y que se pasean más cerca de la superficie de lo que realmente quieres admitir.
Con este panorama, eso de aceptar que el concierto llegaba a su fin, se convertía en una ardua tarea que no todos estaban dispuestos a emprender.
Arde Bogotá tenía claro que no nos lo iba a poner fácil. Nos trasladarían al lugar más remoto con su Exoplaneta, para luego hacernos sentir que nuestra verdadera naturaleza es otra con Antiaéreo... todo esto para enterrarnos en lo más profundo de nuestro ser con Abajo. Un viaje de lo divino a lo profano en tan sólo tres tiempos.
Aplauso, aplauso... y aplauso.
No sé si Bogotá al final arderá... pero San Cristóbal de La Laguna lo hizo aquella tarde de octubre.