Aunque la figura de Eduardo Galeano es muy conocida en todo el mundo, no fue hasta hace apenas dos años cuando yo decidí comenzar a leerle. Quizá la elección del volumen no fue la más adecuada para adentrarme en sus obras, ya que Las venas abiertas de América Latina (libro por el que decidí optar) podía llegar a resultar un tanto denso en cuanto a la cantidad de datos que aportaba y la temática del mismo.
A pesar de este hecho, la prosa de Galeano logró cautivarme, ya que desprendía un cierto lirismo que nunca había logrado captar en ninguna otra prosa de estas características, y decidí continuar leyendo sus trabajos.
Hice una pequeña lista de sus libros, completamente aleatoria, y a la cabeza se encontraba El libro de los abrazos, razón por la que decidí leer seguidamente ese ejemplar.
Definir El libro de los abrazos supondría perdernos por el mundo de la pluralidad de los géneros literarios existentes. Cuesta muchísimo concretar el tipo de textos que conforman el volumen. No son relatos, no son cuentos breves, no son historias, no son poemas… son pequeñas genialidades.
Este libro se lee en un suspiro y nos arranca mil más. Un total de 258 páginas por las que podemos pasearnos de un tirón o, por el contrario (y como se hace con las cosas que más placer nos provocan), ir apurando cada uno de los textos y reflexionar sobre él a lo largo del día.
Las historias son muy variopintas, unidas por un lazo común: el ser humano. Sensaciones, anécdotas y reflexiones se dan cita en este libro, que nos muestra las dos caras de una misma moneda que no es otra que la propia vida. De esta forma, se hace un recorrido por todo aquello que puede suponer un estímulo emocional: desde lo que nos cuentan los grafitis en las paredes de las ciudades, pasando por pequeños acontecimientos narrados por diversas personas caracterizadas por su carisma y desparpajo.
Sin duda alguna, se trata de un libro realmente bello y reconfortante, que nos invita a recurrir a él cuando las cosas no son como nos gustaría que fuesen, o cuando simplemente queremos sacar una sonrisa inesperada a cualquier persona.
Y es que hay veces en las que las dosis de realidad también se encuentran impregnadas de la magia más pura.